QIDA – Decálogo de buenas prácticas

Tabla de contenido

¿Qué es una buena práctica?

La “buena práctica” es aquella manera de hacer que introduce mejores en el proceso y actividades: mejoras orientadas a producir resultados positivos sobre la calidad de vida de las personas con dificultades.
Entendemos como buena práctica toda acción integradora desarrollada para garantizar la calidad, es decir, aquel conjunto de acciones que van dirigidas a la puesta en marcha de una actividad, a la realización de la misma, a la evaluación de los resultados, a modificar hábitos, con el objetivo de utilizarlo eficientemente para la mejora de la calidad de vida de las personas con discapacidad. Las buenas prácticas contribuyen al bienestar de la persona con dificultades.
En definitiva, las “ buenas prácticas” deben de tener en cuenta la integración de un proceso de trabajo analizando los condicionantes que nos permiten abordar el antes, durante y el después de toda práctica.
Podríamos considerar que las buenas prácticas son el conjunto de acciones dirigidas a conseguir unos objetivos centrado en la calidad de vida, la satisfacción y el bienestar personal y emocional. Estas se centran en el uso de la empatía, conocimiento de gustos e intereses de las persona con diversidad, mediante la escucha activa, des de la perspectiva de trabajo en equipo, des de la realización, análisis y la puesta en común para trabajar estrategias de coherencia. 
Las buenas prácticas son el soporte del bienestar y es fundamental en la actividades que son la «pieza clave» para que aquellas acciones que hemos sistematizado des de la planificación se traducen en ejemplos claros de la mejora de calidad de vida de las personas.
Las buenas prácticas focalizadas en la atención a la tercera edad y/o dependencia se dividen en 4 grandes bloques:

Compromiso

Comunicación

Respeto

Profesionalidad

Principios éticos

La ética es una ciencia que estudia lo que es bueno y lo que no lo es de la conducta humana. Ayuda a concenciar a las personas des de espacios de reflexión de como es el comportamiento que tenemos delante lo que nos pasa. La ética trabaja los hábitos y los actos que desarrollan en función de unos principios morales que generan comportamiento responsables. Se fundamentan en 4 principios básicos para el desarrollo de procesos de acompañamiento.

Principio de autonomía

La autonomía es la capacidad y/o el derecho de una persona a elegir reglas de su conducta, y riesgos que esta dispuesta a asumir dentro de el contexto organizacional. El principio de autonomia se traduce en el respecto en la libre elección, al consentimiento informado y a participar activamente en la toma de decisiones en todo aquello que les incumbe en relación a sus tratamientos, curas y relaciones.
El principio de autonomía tiene un carácter imperativo y debe respetarse como norma, excepto cuando se dan situación en que las personas puedan dejar de serlo o de presentar una limitación para ellas mismas.

Principio de no maleficencia

El principio de no maleficencia expresa el deber de abstenerse intencionadamente a realizar acciones que puedan causar daño o perjudicar a otros. Este principio exige un desarrollo de la virtud de la prudencia y una capacidad de anticipar los problemas a males que puedan ser derivados de una actuación.

Principio de beneficencia

Se refiere a la obligación de actuar en beneficio del otro, promoviendo sus intereses y suprimiendo sus prejuicios. Exige buscar, por encima de todo, el bien de la persona usuaria, en todos sus aspectos: corporal, psicológico, social y espiritual.

Principio de justicia

Este principio exige evitar cualquier forma de discriminación y pide tratar a cada persona como es correspondiente, con la finalidad de disminuir las situaciones de desigualdad ( Ideológica, social, cultural, económica, etc). Aún y así, no nos tenemos que confundir, ya que la atención a cada persona usuaria tiene que ser personalizada considerando sus necesidades y posibilidades únicas.

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