Fragilidad
A menudo nos preguntamos por qué, ante un mismo problema de salud (por ejemplo una fractura de fémur), personas con la misma edad y ante el mismo enfoque asistencial, presentan resultados de salud tan diferentes: mientras que unos manifiestan poco descenso funcional – volviendo sin dificultad a su situación basal -, otros presentan un deterioro funcional significativo que difícilmente se acaba resolviendo de forma absoluta (figura 1). Esta susceptibilidad variable a presentar resultados adversos de salud -incluyendo la muerte- está determinada por el grado de fragilidad de cada persona.
Figura 1.
Dicho de otro modo: si al nacer disponemos de un “depósito de salud” lleno, a medida que se acumulan enfermedades y condiciones crónicas, este depósito se va vaciando. Y cuanto más vacío está, más vulnerables nos convertimos ante nuevas enfermedades y más probabilidad de morir tenemos. Pero no todas las personas acumulan los mismos problemas ni lo hacen a la misma velocidad, y no todas las personas de la misma “edad cronológica” tienen el mismo riesgo de morir: a menudo constatamos que una persona de 90 años “parece que tenga 60” , pero también que alguno de los pacientes de 60 años -debido frecuentemente a la acumulación de enfermedades- “parecen que tenga 90”. Esta “edad biológica” real de una persona, proporcional a su “reserva de salud” y que condiciona su grado de vulnerabilidad es la fragilidad.
Diagnóstico situacional
El concepto de diagnóstico situacional hace referencia al resultado del proceso de valoración multidimensional y de necesidades que permite a los profesionales de determinar cuál es el grado de reserva / fragilidad de la persona atendida (¿cómo de vulnerable es? ¿En qué punto está de su trayectoria vital esta persona?), así como cuáles son los déficits / dimensiones afectadas y las necesidades a dar respuesta. Conocer el grado de fragilidad es básico para poder realizar este diagnóstico de situación, como punto de partida necesario para facilitar la proporcionalidad de las actuaciones de acuerdo con la conciliación entre la situación clínica y los objetivos asistenciales (figura 2).
Figura 2.
Los índices de fragilidad (como por ejemplo el Índice Frágil-VIG), permiten obtener este diagnóstico situacional de forma cuantificada.
Personalización de la atención
La personalización es fundamental para una buena atención a las personas mayores / con problemas de salud crónicos -y más especialmente de aquellas con necesidades complejas de atención (PCC) y / o situación de final de vida (MACA), las características de las que muy a menudo sobrepasan los planteamientos asistenciales basados en protocolos y guías de práctica clínica.
Así por ejemplo, la identificación de criterios de fragilidad avanzada y progresiva, ayuda a ponderar el riesgo / beneficio de intervenciones agresivas que puedan resultar desproporcionadas o demasiado costosas. En contraposición, la valoración del grado de fragilidad también puede ser útil en la toma decisiones en aquellos pacientes con riesgo de infravaloración o infra-tratamiento cuando, a pesar de presentar un buen grado de reserva, por criterio de edad se les pudiera privar de un esfuerzo diagnóstico adicional o de una prueba terapéutica específica potencialmente beneficiosa.
Por lo tanto, una atención personalizada y centrada en las necesidades de las personas requiere tan de este abordaje “de precisión” -de acuerdo con las características específicas / singulares de la persona-, como de la incorporación de sus valores y preferencias -en un proceso de toma de decisiones compartida.
Aquí encontrará algunos vídeos divulgativos donde se explica de forma breve algunos de los elementos clave del modelo de atención personalizada.